Orestes Fiandra, el principio de la historia del marcapasos en Uruguay.
Orestes Fiandra, fue un médico uruguayo que en 1960
implantó el primer marcapasos en toda América. Aquella intervención se
convirtió incluso en la primera en el mundo en dejar en funcionamiento el
marcapasos en el paciente, ya que la experiencia previa, desarrollada en
Suecia, había fallado. Fiandra nació el 4 de agosto de 1921 en Montevideo,
aunque pocas horas después ya estaba en Nueva Palmira (Colonia), donde vivió su
niñez y adolescencia. Aficionado a la natación y a la navegación, incluso en
embarcaciones construidas por él mismo, en épocas de preparatorios iba camino a
comprometerse con la ingeniería. Pero antes de que ello ocurriese, del modo
menos pensado, se enamoró de la medicina. Es más: en el flechazo tuvo que ver
su gusto por la electrónica. En plena epidemia de tifoidea, desbordado,
el director del hospital de Nueva Palmira le pidió ayuda para realizar
una encuesta sobre la enfermedad de Chagas que tenía pendiente. En dicha
encuesta estaba embarcado el epidemiólogo Rodolfo Tálice. Parte de su tarea,
según narró Fiandra en una entrevista publicada por “El Diario Médico” en el
año 2002, era hacerle un electrocardiograma a cada uno de los pacientes. “En
aquel entonces era muy simple y se hacía además con un aparato muy sencillo (…)
Cuando la terminamos me fui a llevarle a Tálice una caja enorme de material;
entre ellos 369 electrocardiogramas que había sacado. Me dijo Tálice:
tenemos un problema, y es que aquí no hay quien interprete todos esos
electrocardiogramas. ¿Los podrías interpretar tú ya que te gusta la
electrónica? Le dije, mire profesor que yo voy a ser ingeniero. Y él
insistió: mirá, yo creo que esto te va a gustar; sólo tendrás que ir un poco al
servicio del Hospital Maciel para ver cómo se interpretan. Y bueno, me resultó
interesante. Aprendí a interpretar los electrocardiogramas, después llegaba un
enfermo con infarto y me gustó ir a verlo. Como consecuencia, me decidí por la
medicina. Aunque después me desquité con eso de los marcapasos”.
Recibido en 1953, un año más tarde viajó a Suecia, a la clínica del
profesor Bjorn Wallgren, en el Instituto Karolinska de Estocolmo, invitado por
Clarence Crafoord, el principal cirujano cardíaco de la época. En 1952, cuando
Fiandra era practicante interno en el Clínicas, Crafoord había estado desarrollando
actividades de capacitación en Uruguay. En Suecia se relacionó con Rune
Elmqvist, un médico e ingeniero que dirigía el Departamento de Electrónica de
la fábrica de artículos médicos Elena Schönander. Su amistad con Elmqvist, a
quien merced a su preocupación por los problemas de conducción y paros
cardíacos impulsaba en la idea de estimuladores cardíacos implantables, resultó
ser clave en la histórica intervención del 2 de febrero de 1960. La paciente,
para la cual Elmqvist envió un marcapasos desde Suecia, fue una joven abogada
con un bloqueo aurículo ventricular que llegaba a sufrir reiterados paros
cardíacos diarios, según narró Fiandra en diferentes entrevistas. La
intervención, realizada en el sanatorio número 1 del Casmu, en la calle
Colonia, fue desarrollada junto al cirujano Roberto Rubio. La paciente, que
semanalmente debía recargar la batería del marcapasos por doce horas, falleció
nueve meses más tarde tras haber desarrollado una sepsis. “La década del
sesenta fue tremenda desde el punto de vista científico, porque el mundo se
convenció de que el marcapasos en realidad funcionaba”, señaló Fiandra.
Luego de diez años de implantar marcapasos
importados, Fiandra fundó el Centro de Construcción de Cardioestimuladores
(CCC) en 1970, donde comenzaron a desarrollarse a y a perfeccionar los
estimuladores uruguayos, motivado fundamentalmente por lo inaccesible que eran
para la mayoría de los pacientes los fabricados en el hemisferio Norte, y las
fallas que estaba experimentando con los que se habían comenzado a comprar a
Brasil. Los marcapasos uruguayos, que también se exportaron a países como Rusia
o la India, se continuaron construyendo hasta 2010. El trabajo de Orestes
Fiandra en la investigación fue incesante, e innovó incluso en proyectos que
corrieron diferentes suertes. En ese marco patentó el electrodo de
autofijación, el electrodo para estimulación eléctrica de tejidos vivos y el
corazón artificial implantable.